Tengo ganas de volver a Dublín. De volver a pasear por esas calles que me se de memoria, cruzar el Liffey por uno de sus millones de puentes o ver la punta del spare entre las nubes bajas que cubren la ciudad. Tengo ganas de volver a ver esos autobuses amarillos que conducen al revés, de meterme en Fénix park y hacer el loco por sus enormes praderas, de resguardarme de la lluvia bajo un centro comercial barato o meterme en un pub con una guinness y escuchar música en directo.
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